Published 2004-01-01
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Copyright (c) 2004 Revista Panamericana de Pedagogía
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Abstract
Los hombres de todas las épocas han buscado, en mayor o menor medida, con mayor o menor claridad, llevar a buen puerto su existencia: «triunfar en la vida».
Dos son los obstáculos que pueden dificultar este objetivo: el fracaso (no realizar aquello que se perseguía) y/o la frustración (el abandono ante el ideal pretendido). Por eso, el camino hacia la plenitud está sembrado de dolor.
El éxito y el fracaso son siempre relativos. El hombre maduro sabrá dar jerarquía a las cosas y, sobre todo, sabrá aceptarse independientemente de la realización o no de aquello que ha perseguido porque conoce que la vida es, también, apertura flexible –y sonriente– ante los ideales y ante la vía que nos encamina a ellos.
La plenitud existencial exige también sabiduría: el sendero humano está repleto de limitaciones personales y ajenas; los fracasos y el dolor son vías alternas –y en ocasiones, las más exigentes y sólidas– para la edificación del proyecto vital.