Published 2005-01-17
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Copyright (c) 2005 Revista Panamericana de Pedagogía
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Abstract
Paradójicamente, en un mundo donde las definiciones conceptuales no importan, se consideran anacrónicas y se evalúan poco, encontramos términos acuñados, generalizados y casi impuestos. Quien no los usa está fuera de lugar, se rezaga e incluso tiene dificultades para integrarse en algún grupo social. Se emplean y acuñan nociones muy antiguas con palabras nuevas, nociones de las que siempre se ha hablado y parece que hasta ahora se descubren, aunque se ignore la extensión de su significado. Esto sucede con el término globalización, mencionado una y otra vez, casi con la única finalidad de estar «al día».
El fenómeno de la globalización se ha presentado en muy distintas formas a lo largo de la historia. Por ejemplo, en el liderazgo de Napoleón Bonaparte; en el sueño unionista de Simón Bolívar o de Erasmo de Rotterdam. Con siglos de distancia, está latente el mismo fenómeno, pues se relaciona con cuestiones antropológicas en donde el tiempo y el espacio no son determinantes.
La globalización se ha convertido en sinónimo de universalidad y ha polarizado opiniones. Algunos –llamados globalifóbicos– la temen, pues piensan que por ella se pierde la identidad de lo regional, de lo propio. Otros –globalifílicos– consideran que es panacea y meta por alcanzar a como dé lugar. Con nuestro trabajo pretendemos resaltar conductas familiares sostenibles para asumir de manera adecuada un fenómeno que ha tomado carta de ciudadanía.