LA PEDAGOGÍA DE EMILE DURKHEIM
EMILE DURKHEIM’S PEDAGOGY
Luis Alberto Carmona Sánchez[1]
https://orcid.org/0000-0002-5319-9645
Recibido: abril
4, 2020 – Aceptado: mayo 15, 2020.
RESUMEN
Este
artículo busca exponer el planteamiento pedagógico que aporta el francés David
Emilie Durkheim (1958-1917), desde la Sociología de la Educación, para hacer
efectivo el proyecto que la Tercera República Francesa se hubo de forjar sobre
la nueva sociedad y el nuevo ser social que pretendía alcanzar. Para tal
propósito, se examinan los fundamentos conceptuales que configuran el
planteamiento sociológico del autor en torno a la Pedagogía y la Educación, y
su relación con el proyecto unificado teórico-práctico de nueva sociedad y
nuevo ser social, presentada en cuatro aspectos: I. El contexto: definición y
Tercera República Francesa; II. La condición: la Pedagogía; III. El medio: la
Educación; IV. El propósito de la Pedagogía: la sociedad. El trabajo aporta una
revisión teórica e interpretativa a la contribución de Durkheim al campo de la
Sociología de la Educación, destacando la connotación política que contienen
sus ideas en este campo, y la enseñanza metodológica considerada vigente, la
cual sugiere el desarrollo teórico y práctico de la Pedagogía, ante todo
comprendiendo las dinámicas sociales y las exigencias morales particulares de
cada sociedad, antes que la importación aconceptual y ahistórica de modelos
pedagógicos inflexibles.
Palabras
clave: autoridad, educación, moral,
Pedagogía, sociedad, ser social, individuo, tradición.
ABSTRACT
The
article seeks to expose the pedagogical approach contributed by the French
David Emilie Durkheim (1958-1917), from the sociology of education, to make
effective the project that the French Third Republic had to forge on the new
society and the new social being that he intended. For this purpose, the
conceptual foundations that shape the author’s sociological approach to
pedagogy and education are examined, as well as its relationship with the
unified theoretical-practical project of a new society and new social being,
which is presented in four aspects. : I. The context: definition and the Third
French Republic; II. The condition: pedagogy; III. The means: education; IV.
The purpose of pedagogy: the society. The article provides a theoretical and
interpretative review of Durkheim’s contribution to the field of sociology of
education, highlighting the political connotation that his ideas contained in
this field, and the methodological teaching considered current, which suggests
the theoretical and practical development of pedagogy, first of all by
understanding the social dynamics and the particular moral demands of each
society rather than the nonconceptual and ahistorical importation of inflexible
pedagogical models.
Keyword:
Authority, Education, Moral, Pedagogy, Society, Social Being, Individual,
Tradition.
INTRODUCCIÓN
Para
qué educar a la población joven es una pregunta relevante que se hacen en
primera instancia los maestros y todo el marco educativo, y que necesariamente
deben formularse los gobiernos centrales de cada país. Educar para la
autonomía, educar para socionomía, o para proporcionarle fuerza de trabajo
intelectual y práctica a la sociedad, son algunas de las posibles respuestas.
Ahora, la siguiente pregunta es ¿y cómo hacerlo? Como lo indique la Pedagogía.
Esta es la respuesta frente al cómo educar, siendo el reto siguiente determinar
qué es la Pedagogía. De todo ello se encarga Durkheim.
El
sociólogo francés David Emilie Durkheim (1958-1917) aporta uno de los
planteamientos más relevantes sobre la Pedagogía y la educación en el marco de
su Sociología de la Educación. Toda su obra se fundamenta y transversaliza por
las implicaciones políticas de cuño conservador que conlleva su Sociología. En
este sentido, la Pedagogía ha de ser el faro teórico orientador de la práctica
educativa. La Pedagogía termina por ser el móvil racional de la continua
practicidad del educador para que, y esto es lo más destacable, la población adulta
implemente los principios de conducta a la población joven, quienes deberán
terminar por garantizar el orden de la sociedad y, por tanto, su cohesión y
tradición, tan lesionadas estas a raíz de la Revolución Francesa.
La
práctica educativa y su correspondiente orientación teórica por parte de la
Pedagogía, como podrá advertirse, implican para Durkheim una unidad que
conducirá al ejercicio real de consolidación de un proyecto nuevo de sociedad.
Este fue su propósito, y lo que el presente escrito evidencia. El sociólogo
francés, heredero en primer grado de la Sociología de Comte, asume el encargo
de liderar el proyecto pedagógico que lleve a la consolidación de la nueva
sociedad y el nuevo ser social que la Tercera República Francesa pretende
concretizar.
¿Cuál
es la educación que la sociedad francesa necesita para devenir en nueva
sociedad? La homogeneización y la solidaridad son fundamentos del proyecto
pedagógico y político de la Tercera República Francesa, de Durkheim. Cada
planteamiento suyo va decantando el trayecto que la sociedad francesa deberá
recorrer, como deshacer los pasos ilustrados que avanzaron individuos en su
pretensión de autonomía, y rehacer los correspondientes a los de un ser social
solidario y obediente que, en lugar de revolucionar la tradición y a riesgo
nuevo de caer en anarquías morales e intelectuales, la preserve en el marco de
un proyecto colectivo.
Para
esto, Durkheim clarifica el contexto en el que se inserta el proyecto de la
nueva sociedad pretendida, evidencia la condición para lograrlo, deja claro el
medio que conduce a su realización y, finalmente, determina el propósito de la
Pedagogía como colofón de su planteamiento en torno a ella y el mayor aporte
teórico-práctico al proyecto de sociedad que se propuso subvencionar. La
exposición y discusión de cada uno de estos elementos son los constitutivos del
presente trabajo, que tiene como propósito implícito llamar la atención sobre
la importancia de reflexionar en torno a los fines y las maneras de la
educación en un contexto particular. El proyecto educativo y de sociedad será
consecuencia natural de la dinámica misma de cada sociedad. Durkheim lo probó
con su sociedad francesa, legando más una metodología de investigación y una
forma de reflexionar en el campo de la educación, que un modelo a implementar
con desconocimiento total de las particularidades históricas de la sociedad a
la que responde como producto, orientadora de su respectiva práctica educativa,
y configuradora de una identidad de hombre y de sociedad. A la Educación y la
Pedagogía, en unidad, les corresponde aportar planteamientos propios y acordes
con los contextos sociales y materiales de vida de la sociedad que pretenden
construir.
I. EL CONTEXTO: DEFINICIÓN Y TERCERA REPÚBLICA
FRANCESA
Entre
antropólogos no se ha logrado un consenso sobre lo que es el concepto de
cultura para el campo de su disciplina (Pérez, 1995). El esfuerzo por
aprehender conceptualmente la vida misma del hombre en lo material e
inmaterial, por ahora, solo ha arrojado amplia literatura académica con
presunciones de directriz práctica. La Pedagogía experimenta igual situación de
polivalencia, lo que enriquece tanto la discusión académica como empobrece, o
por lo menos limita, el hacer práctico del educador.
Con
base en lo anterior es preciso señalar que, en términos técnicos, la Pedagogía
puede concebirse como el «estudio sistemático tanto de la metodología como de
las técnicas que orientan la práctica docente» (Carmona, 2016, 1). No obstante,
decanto la comprensión por la idea originaria de la Pedagogía en la perspectiva
de la orientación del hombre natural por la ruta de la cultura, es decir, en
tanto proceso de humanización del hombre que lo conduce a la praxis humana, al
saberse y hacerse a sí mismo. La primera definición empobrece el discurso de la
Pedagogía a técnica, a meta-teoría o a ciencia, siendo del resorte reflexivo
tan solo de expertos pertenecientes a escuelas o facultades de educación; sin
embargo, el sacerdote, por el hecho de serlo, no goza de mayor cercanía a Dios.
Por su parte, con la segunda acepción de Pedagogía aproximo su reivindicación
como Filosofía de la Educación, por ser la que «formula los fines de la
educación, las metas que deben alcanzarse» (Abbagnano, Visalberghi, 2007, 15).
La
Pedagogía es un propósito en sí misma, a saber: la orientación humana íntegra
del hombre, la filosofía del hombre y el hacer de la sociedad. En esta relación
hombre-sociedad es donde toma cuerpo la Pedagogía. «Los antiguos tenían la
convicción de que la educación y la cultura no constituyen un arte formal o una
teoría abstracta, distintos de la estructura histórica objetiva de la vida
espiritual de una nación» (Jaeger, 2).
Lo
anterior orienta el propósito del presente escrito: exponer el planteamiento
pedagógico que aporta el francés David Emilie Durkheim, desde la Sociología de
la Educación, para hacer efectivo el proyecto que la Tercera República Francesa
hubo de forjarse sobre la nueva sociedad y el nuevo ser social que pretendía.
Para tal propósito, se examinan los fundamentos conceptuales que configuran el
planteamiento sociológico del autor y su relación con un proyecto unificado
teórico-práctico de sociedad y de nuevo ser social. Esto es un abordaje
metodológico propiamente durkheimiano, de igual forma que lo propone al
referirse a la educación en Esparta y, por supuesto, a la francesa (Durkheim,
1979).
Es
necesario explicar las causas, y sobre todo las leyes sociales que conducen al
territorio francés para que sufra, en principio, una radical transformación en
30 años como no lo había padecido en diez siglos medievales. Y sobre esto,
corresponde advertir las consecuencias mal dejadas por la Revolución Francesa:
la anarquía moral e intelectual. De esta preocupación propiamente comteana se
apropia Durkheim, plasmándola en ideas que lo hacen constante deudor de su
padre intelectual, incluso desde su tesis doctoral de secundaria (Lukes, 1984).
La heterogeneidad anárquica representa un peligro para la recién nacida nación
francesa (Tercera República), pues incentiva el subversivo pensamiento y libre
examen y, por tanto, fomenta contrariar la preciada tradición de Francia
(Durkheim, 1979, 76).
Durkheim
es obra de y potencializó a la Tercera República Francesa, la que no puede ser
sino «una república de profesores y maestros», además sin republicanos
(Lepenies, 1994, 45). Derrotada la Comuna, los valores de solidaridad y los
mecanismos de autoridad deben garantizar lo que a los franceses del momento
tanto les preocupaba que se fuera a revolucionar de nuevo, máxime si la
población en gran mayoría pretendía ser intelectual y científica: esto es, la
tradición. Solidaridad, autoridad y tradición terminan por ser ejes
conceptuales y preocupaciones prácticas de la obra pedagógica de Durkheim, sin
los cuales no es comprensible en conjunto su Sociología de la Educación.
II. LA CONDICIÓN: LA PEDAGOGÍA
El
interés que aún suscita Durkheim, particularmente respecto de la concepción de
la Pedagogía, es que sus trabajos en este campo representan para la actualidad,
como los anteriores a él para su madurez intelectual, «documentos del espíritu
del tiempo» (Durkheim, 1979, 192). Esta es una noción muy alemana para un
francés, pero advierte sobre el poder clásico de sus interpretaciones para los
hechos contemporáneos.
Entre
1887 y 1902, Durkheim enseña en la Facultad de Letras de Burdeos, lo cual
permite que maduren sus ideas en torno a la Pedagogía, como lo posibilita su
apoyo en 1902 a la cátedra de Ciencia de la Educación, experiencias que le
proporcionan un cierre de ciclo teórico-práctico para aportar decididamente al
proyecto francés de sociedad.
Para
Durkheim, la Pedagogía se ubica en el ámbito de la concepción sobre la
educación, y no en la práctica; mientras la Pedagogía es intermitente, la
educación es continua. Con esta perspectiva propone que el educador sea capaz
de determinar lo que debe ser la práctica educativa, que logre definir e
implementar principios de conducta; esto hará de Durkheim un demiurgo moral de
la Sociología para la sociedad francesa.
También
se puede señalar esto en una concepción más elaborada: la Pedagogía «es la
reacción sistemática de [la ciencia especulativa de la educación] sobre [la
actividad educativa en sí misma], la obra de reflexión que busca, en los
resultados de la psicología y la sociología, principios para la conducta o para
la reforma de la educación» (Durkheim, 1979, 23). Cabe advertir que la reforma
educativa era necesaria en cuanto el nuevo proyecto diseñado de sociedad
francesa implicaba hacer de Francia un país claramente científico y político.
El proyecto inicia con la dirección de Jules Ferry, quien promueve campañas de
alfabetización: «se había vuelto obligatoria la asistencia a la escuela
primaria, y gratuita la enseñanza primaria en las instituciones educativas del
Estado» (Lepenies, 1994, 39).
Durkheim,
en este punto de avance del proyecto de la Tercera República Francesa y de su
madurez intelectual sobre la Pedagogía, se encuentra claramente al servicio del
proyecto de sociedad a realizar, y para ello, una vez pensado el contexto, los
medios y fines de la educación a la luz de la Pedagogía, le queda por aportar
la legitimidad sociológica sobre el elemento práctico y fundamental para hacer
real el proyecto educativo: la autoridad.
III. EL MEDIO: LA EDUCACIÓN
Si
administrar bienes de salvación es propio de la Iglesia, Durkheim adapta una
versión laica de esta idea adaptándola a la educación; se logra el paso del
sacerdote al maestro, de profesar obediencia a la institución religiosa para
tenerla ahora a la educativa. La Iglesia católica forja a imagen y semejanza un
modelo de hombre, así pues a la educación le corresponde igual, para lo cual
cabe siempre considerar de nuevo «el espíritu del tiempo», a sabiendas que
«cada tipo de pueblo tiene la educación que le es propia y que puede servir
para definirlo con el mismo derecho que su organización moral, política y
religiosa» (Durkheim, 2002, 29). El «modelo humano» que la sociedad francesa de
la Tercera República necesita, solo ella puede diseñarlo y hacerlo efectivo en
la práctica, de igual manera que la Edad Media y el Renacimiento forjaron cada
uno el que les correspondía: los primeros con «alumnos dialécticos», estos «se
impusieron como fin hacer humanistas» (Durkheim, 1979, 175).
Durkheim
se hace intérprete de su tiempo y cree entender que la sociedad necesita
homogeneización y solidaridad. El fin de la educación es construir este ser
social homogéneo, solidario y obediente que perpetúe la tradición. No es propio
de la educación la individualidad, el libre examen, pues estos «son inútiles y
hasta peligrosos» (Durkheim, 1979, 76) para con la tradición; lo que a esta le
corresponde es ser «el medio con que la sociedad renueva perpetuamente las
condiciones de su propia existencia». Acaso, pregunta Durkheim, «¿Puede vivir
la sociedad sin que exista entre sus miembros una suficiente homogeneidad?», la
respuesta es inequívoca: no puede vivir, por ello la responsabilidad destacada
de la educación es perpetuar y fortalecer «esta homogeneidad, fijando de
antemano en el alma del niño las semejanzas esenciales que supone la vida
colectiva» (Durkheim1979, 147).
El
proyecto moral que propone Durkheim queda claro: formar un ser social homogéneo
que no subvierta la tradición, por medio de la socialización de la generación
adulta a la más joven, a partir de la autoridad que la primera representa sobre
esta. En síntesis, hacer de los individuos egoístas, seres con vida «moral y
social».
Durkheim
es sumamente cuidadoso con cada una de las categorías conceptuales con que
trabaja, razón por la que advierte necesario precisar la de «ser social». Al
respecto, afirma que el ser social es un conjunto de creencias religiosas, de
carácter práctico-moral, de tradiciones naturales o profesionales y de
«opiniones colectivas de todo género» (Durkheim, 1979, 71). Con base en esto,
aporta la definición de educación: «acción ejercida por las generaciones
adultas sobre las que todavía no están maduras para la vida social», siendo su
objeto, continúa el heredero de la tradición antiilustrada, «suscitar y
desarrollar en el niño cierto número de estados físicos, intelectuales y
morales que exigen de él, la sociedad política en su conjunto y el medio
especial, al que está particularmente destinado» (Durkheim, 1979, 70).
La
escuela es el medio moral más efectivo con que cuentan los gobiernos centrales
de un país para promover y realizar sus proyectos de orden y progreso, idea
comteana ya en consolidación, con la participación de Durkheim, en la Tercera
República Francesa[2].
Si la educación cumple el propósito antes señalado, es más porque ella tiene
vida real y, sobre todo, práctica, es decir, porque existe en la sociedad misma
como hecho social. La educación es una cosa, un hecho social con las
connotaciones que expresa Durkheim en Las reglas del método sociológico. De
nuevo, Comte en el ambiente: la cientificidad observable, medible y
categorizable de lo social, objetivado esto con y en la sociología de Durkheim,
quien sobre todo asume la responsabilidad de hacer efectivo el espíritu
científico en el campo de la educación, es decir, hacer de esta un proyecto
moral laico y racionalista, y como dato analizable, explicable y comparable.
Concluye Durkheim: «cuanto más se conoce la naturaleza de las cosas, más
probabilidades hay de utilizarla eficazmente» (Durkheim, 1979, 25).
En la
medida que se conozca la naturaleza de la educación, el gobierno francés, y
Durkheim como su pedagogo, logrará poner en marcha el proyecto moral
colectivista caracterizado por la cualidad cohesionadora y el poder coercitivo
de la sociedad contra las formas individuales. El individuo «no puede crear ni
destruir, ni transformar a su gusto» (Durkheim, 1979, 63); solo el poder de la
sociedad hecha conciencia colectiva lo puede, si acaso, y gracias todo ello a
la educación, la que termina por adoptar una «fuerza generalmente
irresistible». No se educa a voluntad, es la educación con la propia fuerza
coercitiva la que lo determina, con lo que garantiza la convivencia conforme a
la tradición[3]
(Durkheim, 1979).
El
orden social no corre riesgo, la tradición es inmune a las formas modernas de
libertad individual y la estabilidad política se garantiza por ser el gobierno
central quien imprime el ritmo de acción a las escuelas con las continuas
inspecciones. El maestro en la clase y el gobierno[4] en la sociedad, son las
respectivas autoridades quienes certifican la configuración del nuevo ser
social homogéneo, solidario y obediente. Queda claro que educar es asunto de
ejercer autoridad con miras a la organización y el orden de la sociedad.
IV. EL
PROPÓSITO DE LA PEDAGOGÍA: LA SOCIEDAD
Negar
al individuo es afirmar la sociedad. Combatir la anomia moral e intelectual
preserva el orden social; y para esto, la autoridad del maestro y la del
gobierno es la única eficaz, de otra manera la sociedad no sería libre, pues
esta, afirma Durkheim, es hija de aquella. De dudosa aceptación, pero son los
planteamientos que caracterizan su conservadora tradición sociológica.
Ha
quedado claro que la educación en Francia, la del nuevo proyecto de sociedad y
la del ser social, es obra natural de las condiciones materiales y del marco de
ideas de la propia sociedad francesa. Así, «cada tipo de pueblo tiene su
educación, que le es propia y que puede servir para definirlo con tanto
fundamento como su organización moral, política y religiosa» (Durkheim, 1979,
10-11). Queda por redondear el proyecto moral y sagrado de la sociedad sobre, y
gracias a, el individuo.
Garantizar
el orden y la cohesión social, la solidaridad e integración colectiva es el
resultado de una disciplina moral que se hace real en el «cuerpo de reglas que
prescriben al individuo lo que debe hacer para no atentar contra los intereses
colectivos, para no desorganizar la sociedad de la que forma parte» (Durkheim,
1974, 57). Esto es la educación: una disciplina moral que va al rastre contra
las formas individuales y conflictivas que, al pensar de Durkheim, amenazan la
forma moderna e Ilustrada de la sociedad. Corresponde, por tanto, fortalecer la
interiorización moral colectiva.
Durkheim
−a riesgo de repetir lo expuesto, y como vocero de la política de la Tercera
República Francesa y en la condición de académico de la Nueva Sorbona−
insiste en la facultad creadora de la educación desde la autoridad que esta
reviste, con miras sin más al «interés colectivo» ordenador y conservador que
prevenga la promoción de «creencias particulares», con las que «la grande alma
de la patria se dividiría y se resolvería en una multitud incoherente de
pequeñas almas fragmentarias, en conflicto unas con otras» (Durkheim, 1979,
83).
El
perfil pedagógico de la sociedad francesa para el siglo XIX y primeros decenios
del XX adopta claridad, con un Durkheim decididamente agente de la
socialización del individuo, para que este devenga en ser social, lo que de
suyo presenta dificultades prácticas y potencializa errores teóricos. Al generalizarse
un «misticismo de la colectividad» (Lepenies, 1994, 46), la reivindicación del
proyecto autónomo revela su infertilidad, de igual manera que, al mistificarse
el papel de la educación y al elevarse la Sociología a ciencia moral, los
académicos investigadores terminarán por ser «reformadores fanáticos» que, a
fuerza de la teoría, encuadran la diversidad de la vida social e individual,
sacrificando «todo a su visión de una conciencia colectiva que no expresaba
nada más allá de la concepción del mundo por la clase media burocratizada a
fondo, y con ello por los cadres [marcos] en que se apoyaba la República»
(Lepenies, 1994, 62).
CONCLUSIONES
El cuerpo conceptual y metodológico forjado en una sociedad determinada en tiempo y
lugar,
habrá de responder al
ejercicio autónomo
de que
aquélla asuma la labor de
pensarse a sí misma y de comprender su propia dinámica
como sociedad. Durkheim,
fiel a su concepción pedagógica
y a sus intereses prácticos
educativos, ha pretendido
ser el educador de Francia al identificar, interpretar y orientar las necesidades morales de su tiempo. Afirmar esto no legitima los vacíos conceptuales y menos las consecuencias negativas en la práctica, pero sí
resalta la importancia de aportar pedagogías y prácticas educativas con base en
las necesidades de la misma sociedad, y no en la importación aconceptual y
ahistórica de modelos implementados a ciegas.
Con Durkheim el
lector puede comprender que el quehacer educativo y sociológico no está
desprovisto de intereses particulares. La esterilización intelectual promulgada
como neutralidad ya de suyo es muestra de elegir una posición, ante todo de
consecuencias políticas. Durkheim favorece un proyecto de sociedad −tal
vez el único que para el momento de la Tercera República Francesa era plausible
defender−, como en su momento le correspondió a John S. Mill en
Inglaterra y a Fichte y Hegel, por ejemplo, en Alemania. El hecho de pensar la
Pedagogía comprendida en el espíritu del tiempo, posibilita un llamado local a
pensarnos en nuestra dinámica de vida social y, por lo tanto, «elaborar» una
perspectiva pedagógica y una práctica educativa que respondan a las necesidades
particulares de la sociedad.
En síntesis, desde
Durkheim y a fuerza de sus conservadores planteamiento pedagógicos, corresponde
comprender que «cada sociedad se forja un cierto ideal de hombre. Es este ideal
“lo que constituye el polo de la educación”» (Durkheim, 1979, 10). El ideal del
tiempo presente no puede ser aquel que desvanezca la autonomía del individuo,
menos aún el que refuerce la autoridad seca de instituciones que, por legales
que sean, no hacen lo legítimo.
REFERENCIAS
Abbagnano, N. y Visalberghi, A.
(2007). Historia de la pedagogía.
Madrid: Fondo de Cultura Económica.
Carmona Sánchez, L. A. (2015). Neuroeducación: enseñar en el siglo XXI.
Monografías Asociación Educar. Recuperado de: http://www.asociacioneducar.com/monografias-docente-eurociencias/monografia-neurociencias-luis.alberto.carmona.sanchez.pdf
Durkheim, E. (1979). Educación y sociología. Bogotá:
Linotipo.
______ (1976). Educación como socialización. Salamanca: Ediciones Sígueme.
______ (1974). Lecciones de sociología. Buenos Aires: La Pléyade.
______ (2002). La educación moral. Madrid: Morata.
Hazard, P. (1982). Los libros, los niños y los hombres.
Barcelona: Juventud.
Jaeger, W. (1980). Paideia: los ideales de la cultura griega.
México: Fondo de Cultura Económica.
Lepenies, W. (1994). Las tres culturas. La sociología entre la
literatura y la ciencia. México: Fondo de Cultura Económica.
Lukes, S. (1984). Emile Durkheim. Su vida y su obra. Estudio
histórico-crítico. Madrid: Siglo Veintiuno.
Pérez Tapias, J. A. (1995). Filosofía y crítica de la cultura.
Madrid: Trotta.
[1] Magister en Filosofía, Universidad de Caldas.
Profesor Integrante Grupo de investigación en ética empresarial ETHOS, Universidad Nacional de Colombia,
sede Manizales. luacarmonasa@unal.edu.co
[2]
Al respecto, afirma Wolf Lepenies (1994) al referirse a la reforma educativa
en el marco de la Tercera República: «El anticlericalismo también dejó su sello en la reforma universitaria; en lugar de la religión debía estar la ciencia, y en lugar de la metafísica la doctrina moral. Cual fieles discípulos de Comte, los republicanos
parecían hacer todo lo posible por convertir en realidad la ley de los tres estados» (p. 39).
[3]
Para los ingleses es clara la reivindicación de la libertad individual, siendo John S. Mill su mayor representante. Reivindicación que se destaca, por ejemplo, en la maravillosa
obra ensayística de Paul Hazard
(1982): «y aun fuera de esas venturosas islas, los niños son dueños de su persona.
Se apartan de la gente mayor y dejan que siga su camino sin creerse
obligados a irle a remolque, como
ocurre aquende el Océano» (p. 176).
[4]
Así destaca Durkheim (1974) el poder del Estado:
«el Estado es un órgano especial
encargado de elaborar ciertas
representaciones que valen
para la colectividad. Estas representaciones se valen de otras representaciones colectivas por su alto grado de conciencia y reflexión» (p. 95).